jueves, 17 de mayo de 2012

BUSCAR A JESÚS EN FAMILIA DE LA MANO DE MARÍA

RETIRO DE ESPIRITUALIDAD FAMILIAR – MAYO 2012
BUSCAR A JESÚS EN FAMILIA DE LA MANO DE MARÍA
(FAMILIARIS CONSORTIO 22)
 Normalmente solemos usar el mes de mayo para recordar el papel de la mujer en la vida de la familia. Son varias las ocasiones que concurren, el día de la madre, las fiestas centradas en la Virgen María. Sin embargo el pensamiento sobre el papel de la mujer en la familia y por qué no de la Virgen María en la familia, rara vez van más allá de una dimensión de tipo sentimental en la que prácticamente las consecuencias son muy leves. Por otro lado nos cuesta integrar el papel de María en la familia, fuera de algunos elementos de devoción muy valiosos, como el rosario, la presencia de sus imágenes en nuestras casas. Por eso meditar sobre el sentido de la mujer y de María en la familia pueden ser de utilidad para descubrir riquezas que a todos nos benefician y que nos ayudan a reencontrarnos con la esencia de la familia cristiana en compañía de María, la madre de Jesús, el modelo de la creatura redimida por la gracia de Cristo. Para ello usaremos el episodio del niño Jesús perdido y encontrado en el Templo. Un episodio en el que de un modo sencillo vemos el papel de María mujer y m adre en la búsqueda de Jesús para la familia. La importancia de María en la familia de Nazaret nos hace descubrir que Dios manifiesta también de la forma más elevada posible la dignidad de la mujer asumiendo Él mismo la carne humana de María Virgen, que la Iglesia honra como Madre de Dios, llamándola la nueva Eva y proponiéndola como modelo de la mujer redimida.


PRIMER MOMENTO: LA FAMILIA QUE PIERDE A JESÚS

(LUCAS 2) 42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta 43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. 44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; 45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.


·         La escena nos sitúa en un momento muy concreto de la historia de la familia de Nazaret. Junto con parientes y conocidos han bajado a Jerusalén para una de las grandes festividades de los judíos. Tras estar ocho días en la ciudad santa, los peregrinos regresan a sus casas. Pero Jesús no lo hace. Se queda en Jerusalén y su familia se marcha sin él.
·         El evangelio elimina los nombres de José y María, a los que describe con el genérico “ellos” y nos da solamente el nombre de Jesús. Es como si nos quisiera decir que, cuando la familia pierde a Jesús, pierde algo tan importante que pierde su identidad. Algo semejante a lo que le pasa a la familia de Nazaret le pasa a muchas familias. En su camino pierden a Jesús. No siempre es culpa de alguien. Muchas veces es solo el contacto con la sociedad, en la que nos encontramos. Otras veces Dios permite de modo misterioso que su presencia se oscurezca entre los seres humanos, o entre las familias. Otras veces, sin embargo, es la negligencia, o la superficialidad, o algún defecto, lo que hace que parezca que Jesús desaparece de la vida de la familia.
·         Dice el evangelio que los peregrinos continuaron durante un día su camino, hasta que se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos. Metidos en lo cotidiano, durante un cierto tiempo parece que la vida de la familia sigue igual, pero llega un momento, en que finalmente la familia se da cuenta de que ha perdido a Jesús. La vida diaria puede ocultar en su veloz caminar las ausencias importantes. Pero no impide que acabe descubriéndose la ausencia de Jesús´.
·         Entonces comienza la búsqueda. La búsqueda imperiosa entre los ambientes en los que se piensa que pudiera estar Jesús. Pero Jesús no está ahí. Jesús no está a veces a nuestro primer alcance. Hay que buscar más allá de lo que las propias fuerzas humanas pueden alcanzar. Cuando nos damos cuenta de que nosotros solos nada podemos, es la oportunidad de que comience un camino de regreso.
·         José y María se vuelven a Jerusalén. Para los evangelistas, volverse no es solo un movimiento espacial. Es también un movimiento espiritual. Es dejar el lugar en el que se estaba apartado de Dios y acercarse al lugar donde está Dios. Volverse a Jerusalén en busca de Jesús es saber que hay que dar pasos hacia atrás. eso se llama conversión. También la familia está llamada a la conversión. Llamada a volver al punto de partida, a volver a donde todo había comenzado, volver a la certeza de que Dios está en su centro. La conversión de la familia es necesaria, para encontrar de nuevo a Jesús. la conversión de la familia es volver a dar a Jesús la prioridad que a lo mejor se había olvidado en la vida. La familia solo puede encontrar su sentido e identidad cuando decide volver. Ciertamente que se puede seguir el camino hacia delante, pero de muy poco sirve, caminar sin saber para qué se camina.


SEGUNDO MOMENTO LA FAMILIA QUE ENCUENTRA A JESÚS

46 Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; 47 todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. 48 Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». 49 El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»

·         A través de este episodio, Jesús prepara a su madre para el misterio de la Redención. María, al igual que José, vive en esos tres dramáticos días, en que su Hijo se separa de ellos para permanecer en el templo, la anticipación del triduo de su pasión, muerte y resurrección. Al dejar partir a su madre y a José hacia Galilea, sin avisarles de su intención de permanecer en Jerusalén, Jesús los introduce en el misterio del sufrimiento que lleva a la alegría, anticipando lo que realizaría más tarde con los discípulos mediante el anuncio de su Pascua. El segundo momento de este evangelio nos permite descubrir la personalidad de Jesús al que la familia busca. Nos damos cuenta de que no todo está en buscar, sino que la búsqueda lleva a un conocimiento más preciso de la persona que se busca.
·         Su madre le pregunta: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (Lc 2,48). En el encuentro con Jesús, la familia vuelve a estar completa. Lo interesante es que el papel de la mujer es central en este encuentro. Es la mujer la que guía este dialogo con Jesús que ha sido encontrado. Parecería que lo lógico es que fuera el padre quien toma la palabra, porque es quien tiene la autoridad y más sobre un hijo varón. Sin embargo, es la madre, María, quien toma la iniciativa, como una señal, tanto de la común dignidad del hombre y de la mujer en la nueva alianza, como del papel preeminente que tiene la mujer en el encuentro de la familia con Jesús. Las palabras de María son un signo de que el encuentro con Jesús de la familia reclama de manera sustancial el encuentro de la mujer con Jesús. En el diálogo vemos que también está presente el padre, José, pero el evangelio quiere recalcar la especial presencia femenina, como hará en la anunciación, o al pie de la cruz, o en la resurrección.
·         Buscar permite el encuentro. La búsqueda ha reanudado la relación. El evangelio nos hace ver que se ha producido un cambio. Buscar es reanudar la relación con Jesús. Sin embargo, no basta con buscar. Hay que encontrar al Jesús verdadero, que quizá no conocíamos bien antes de haberlo perdido, un Jesús completo, sin caricaturas ni desfiguraciones. Jesús revela a María y a José, de modo inesperado e imprevisto, el misterio de su Persona, invitándolos a superar las apariencias y abriéndoles perspectivas nuevas. Las palabras de Jesús dejan entender que José y María deberían saber dónde estaba el lugar al que tenían que ir para encontrarse de nuevo como familia. Lo deberían saber porque precisamente fue ahí donde ellos empezaron a ser familia. Toda familia empieza en la casa del padre, por eso toda familia vuelve a encontrarse por la mediación de la mujer reunida en la casa del padre.
·         El encuentro con Jesús es con el Jesús maestro y con el Jesús que nos guía hacia la casa del Padre. María encuentra a Jesús ocupado en su labor; Jesús no es simplemente su hijo, sino Hijo del Padre, que está en los cielos, enviado a cumplir una misión. La familia que encuentra a Jesús, vuelve a ser “la casa del padre”: expresión que en el evangelio de san Lucas, no es gratuita, pues se repetirá, por ejemplo, en la parábola del hijo prodigo: la casa de mi padre. La casa del padre es el lugar donde todos somos hijos de Dios, donde todos encontramos la misericordia y donde todos recobramos nuestra dignidad. La familia que regresa a Jesús regresa a la casa del padre, regresa al encuentro con su propia dignidad, regresa a lo que ha sido desde su origen y en su origen, en su casa de origen se encuentra de nuevo a sí misma.


TERCER MOMENTO LA FAMILIA QUE HACE CRECER A JESÚS

50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. 51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. 52 Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

·         Las palabras de Jesús son un enigma para María y José. Se quedan sin comprender del todo: Jesús se integra a la familia que José encabeza y lo hace con autenticidad. Este comportamiento hace que María ponga atención a todo lo que es Jesús en el hogar de Nazaret: A su desarrollo, a su vida diaria, al modo en que su presencia es al mismo tiempo cercana y misteriosa. Ellos no comprendieron. Es decir, ni María ni José. María se siente afligida por no comprender a su propio hijo y tendrá que ir descubriendo el misterio de su hijo poco a poco, hasta la resurrección. Por eso es que tendrá que ir meditando todo lo que ha visto de su hijo. De nuevo aparece el papel de la mujer, de la madre. Aunque creando al hombre «varón y mujer», Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer, enriqueciéndolos con los derechos inalienables y con las responsabilidades que son propias de la persona humana, sin embargo es la capacidad de conservar, de contemplar, que muchas veces los varones no tenemos enredados en la visión de otras cosas.
·         El encuentro con Jesús no desvela todos los misterios de la vida de la familia. Porque la vida es un misterio que se va revelando a lo largo del tiempo, según cada uno de sus miembros va encontrando su vocación. María enseña que una parte importante de la familia es contemplar, meditar, reflexionar, para ir descubriendo el significado del crecimiento del hijo, del crecimiento de la familia. Todo parece normal. Pero es en lo normal donde María nos enseña que como familia tenemos que ir al fondo del corazón de cada una de las personas que componen el hogar. En el clima de Nazaret, digno y marcado por el trabajo, María se esforzaba por comprender la trama providencial de la misión de su Hijo
·         De esta contemplación se deduce el crecimiento de la comunidad familiar. Cuando la familia se queda nada más en actividades, cuando la familia solo se preocupa de las cosas exteriores de los hijos, no percibe lo que sucede en el interior. Jesús crece en sabiduría, crece en estatura, crece en gracia. Jesús crece en todas las dimensiones pero esto es algo que su familia tiene que descubrir: Jesús debe crecer de modo completo en cada familia y la familia está llamada a hacer que Jesús crezca. Ciertamente que Jesús crezca en la familia es un don al que la familia tiene la responsabilidad de abrir el corazón con sencillez, siguiendo el ejemplo de María que busca entender lo que Dios pide de ella en su relación con Jesús. El ejemplo de María, tiene también que ver con la vocación especifica de la mujer en el hogar. Una vocación que es de apertura y guía de la familia para hacer crecer en ella de modo complementario con el varón a la persona de Jesús.


APLICACIONES PRÁCTICAS

El texto del evangelio que hemos meditado en el marco del valor que tiene la mujer en la familia, nos hace reflexionar sobre el papel que tenemos que analizar en cada familia. La cultura moderna tiene que redescubrir el valor de la mujer en la vida de familia en medio de las nuevas situaciones y retos que comporta nuestra sociedad. Como dice Familiaris Consortio, todo tiene que nacer del aprecio auténtico de la mujer siguiendo el ejemplo de Cristo: El delicado respeto de Jesús hacia las mujeres que llamó a su seguimiento y amistad, su aparición la mañana de Pascua a una mujer antes que a los otros discípulos, la misión confiada a las mujeres de llevar la buena nueva de la Resurrección a los apóstoles, son signos que confirman la estima especial del Señor Jesús hacia la mujer. Si a esto le añadimos la necesidad de rescatar el papel de María en la vida de familia, podríamos proponer las siguientes aplicaciones para la familia
·         María toma el papel de madre de Jesús no por una decisión personal, sino en respuesta a una vocación. María muestra a las familias de hoy que la relación humana –de modo especial la relación familiar- se basa en la vocación a la que hemos sido llamados como un don de Dios, al que se debe fidelidad y compromiso, aunque ello suponga rupturas sociales. Por ello ni el contexto sociopolítico, ni el cambio histórico, económico o cultural pueden erigirse en fundamento último de la familia. La clave es responder a la llamada humana que cada uno de los miembros de mi familia me hace en primera persona.
·         María se convierte en el motor de la familia de Nazaret, aun siendo mujer en una cultura que la relegaba completamente. María vive su vida familiar de un modo nuevo, fundado en la relación interpersonal que establece con José y con Jesús. María mantiene lo esencial de la familia y se abre a la novedad que se le demanda por la identidad propia de la sagrada familia. La familia tiene que estar abierta a los retos nuevos de la sociedad, pero sin perder el cuidado de las personas, la integridad de las personas en una familia abierta a la vida y al amor desde la relación interpersonal de sus miembros.
·         La familia cristiana necesita incluir en sus experiencias vivas cotidianas a María, enseñando a vivir con ella una relación cercana, de afecto filial, en correspondencia a su maternidad espiritual, que es humilde, suave y casi imperceptible presencia. En medio del ruido, las prisas, las ocupaciones y preocupaciones del vivir, hay que palpar y gustar su presencia, que es aliento, intercesión, protección, maternidad, para nuestras familias de hoy, unas familias que quieren ser nuevamente cristianas y, por lo tanto, marianas. Enseñar a meditar con el rosario, o simplemente a dialogar ante una imagen de María son prácticas que producen grandes frutos en la vida familiar
·         Hoy es necesario volver a dar su papel a la mujer en la vida familiar en su triple dimensión de madre, hija, hermana. El ejemplo de María ilumina y estimula la experiencia de tantas mujeres que realizan sus labores entre las paredes del hogar de modo humilde, oculto, repetitivo que, a menudo, no se aprecia bastante. los muchos años que vivió María en la casa de Nazaret revelan la riqueza de esa actividad de amor auténtico y de salvación. Urge descubrir los ámbitos en los que la mujer no es respetada en su dignidad, ni promovida en su valor. Como dice Familiaris Consortio: De la mujer hay que resaltar, ante todo, la igual dignidad y responsabilidad respecto al hombre; tal igualdad encuentra una forma singular de realización en la donación de uno mismo al otro y de ambos a los hijos, donación propia del matrimonio y de la familia. Lo que la misma razón humana intuye y reconoce, es revelado en plenitud por la Palabra de Dios; en efecto, la historia de la salvación es un testimonio continuo y luminoso de la dignidad de la mujer. La comunión conyugal hecha de amor y respeto entre un varón y una mujer será el camino mejor para enseñar cómo deben tratarse entre sí los hermanos y cuál es el papel de las hijas en el hogar.

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